"Coyle nos explica que el talento no es un don misterioso que responde a
las leyes del azar y a la genética, sino a un aislador celular, la
mielina, que se desarrolla en respuesta a determinadas señales. Visitó
los semilleros de talentos del mundo, que suelen ser lugares
destartalados pero donde se dan los tres elementos fundamentales:
práctica intensa, motivación y buenos maestros. Una habilidad se
desarrolla a través de la observación, hasta el punto en que uno se
pueda imaginar a sí mismo poniendo en práctica lo observado; repetir,
valorar el error, trabajar más lentamente: conquistar la precisión, y
aprender a sentirlo: intentarlo y volver a intentarlo."
La Vanguardia
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